REFLEXIONES
DIVORCIADOS Y RECASADOS CRISTIANOS ¿HAY UN PLAN "B"?
En la vida cotidiana cada vez que hemos iniciado algo, todos siempre
tenemos en mente cómo queremos que se den las cosas y cómo deberían terminar
tal o cual asunto, es decir, todos hacemos lo que hacemos con un objetivo en
mente. Sin embargo, muchas veces por diferentes circunstancias, nos vemos
obligados a improvisar en el curso de los acontecimientos, y hasta inclusive a
abandonar, cancelar, o cambiar y modificar ciertos aspectos parcial o
totalmente , eso que hemos emprendido.
En otras palabras, teníamos un plan “A” pero tuvimos que terminar optando por
continuar un plan “B”.
En la Biblia encontramos diversos ejemplos de esta realidad que aunque
nos cueste reconocerlo a veces, nos es otra cosa que el fracaso de un
determinado emprendimiento o proyecto, y
el inicio de otro paralelo o distinto al plan original.
Encontramos entonces, por ejemplo, el primer cielo y la primera tierra,
descritos en el libro de Génesis, y la promesa certera de unos segundos nuevos
cielos y nueva tierra en Apocalipsis.
Además vemos un primer Adán, con su caída y conocidas consecuencias y
efectos, como también la venida del segundo Adán, con su victoria en la cruz y
la salvación para toda la humanidad por medio de El.
Encontramos un rey Saúl,
que decepciona y es desechado, junto a un David conforme al corazón de Dios
levantado como rey en lugar de este otro. Y así sucesivamente, en diferentes
aspectos de la historia bíblica, nos encontramos con que en ocasiones, el plan
original de Dios, el plan “A”, aquel que representa el ideal o modelo del
Creador, tuvo que ser forzadamente, readaptado o modificado por otro plan que
obviamente no satisfacía aquel plan original, pero que en su contexto,
alcanzaba para satisfacer las necesidades inmediatas, urgentes o esenciales de
los protagonistas de tal o cual
historia.
Con el matrimonio y el divorcio pasa lo mismo, todos los que hemos
iniciado este camino hemos visto y vemos aun, casos en los que parejas cristianas y no cristianas, después de determinado
tiempo, por diversas pero casi siempre muy parecidas razones, se enfrentan a
una situación de separación o de divorcio temporal o definitiva, con las no
felices consecuencias que le siguen, acompañado de todo el drama, la ardua y pesada tarea de subsistir en medio
de tales dificultades, y las
complicaciones que todo esto acarrea para las partes intervinientes, incluidos
los terceros,(hijos, familiares, etc)
quienes lamentablemente también sufren en diferente intensidad tal
situación.
Pero la vida sigue, y el mundo sigue girando, y como tal, nosotros
tenemos que continuar caminando, y para esto, al igual que aquel que cae en su
carrera, tenemos que levantarnos, tenemos que seguir adelante, y, como en una
carrera, siempre alguien nos tendera una mano, ponernos de pie, limpiarnos del polvo
que ensucia, tomar unas profundas bocanadas de aire que nos renueve y calme nuestro ánimo, reorganizar nuestras
ideas para saber adónde queremos llegar, y cómo deberemos hacer para seguir de
aquí en mas y no volver a tropezar con
la misma piedra.
Dios no desecha ni condena a quienes se encuentran en situación de
divorcio o separación, todo lo contrario, en repetidas ocasiones en la biblia
encontramos que el Señor nos ofrece perdón si hubiésemos pecado, restauración
personal, emocional, y en nuestra comunión con él, y muchas veces el milagro de la
reconciliación matrimonial.
Sin embargo, de no producirse el milagro de la reconciliación, en su
gracia y misericordia, Dios permite que
cada uno, en pleno uso de su libre albedrio, opte por iniciar una nueva
relación con otra persona, siempre y cuando esté definitivamente disuelta la
relación anterior, de lo contrario estaría cometiendo el pecado de adulterio.
Es entonces una opción, no la única salida a los conflictos
matrimoniales, pero si una posible alternativa, un plan “B”, en la vida
sentimental y matrimonial de todos los cristianos que estén o hayan atravesado dificultades
puntuales en su matrimonio.
Creo firmemente que la restauración de un matrimonio es posible, y es
lo que corresponde en la vida cristiana, pues esto responde al plan original de
Dios, aun en casos de adulterio o infidelidad, siempre y cuando el cónyuge
herido o defraudado, opte por perdonar al
cónyuge ofensor.
DIVORCIADOS Y RECASADOS CRISTIANOS - ¿Cómo seguir?
El perdón y la reconciliación son el mejor e ideal camino para los
matrimonios que enfrenten situaciones de separación o divorcio, pero según cada
caso particular, pues hay casos de violencia y maltrato físico, en donde si la
vida de uno o de los hijos está en riesgo, es recomendable terminar
definitivamente esa unión, pues a eso es que se refiere el apóstol cuando dice
que ningún cristiano, o cristiana, está
llamado a ser esclavo de nadie sino que a libertad nos llamo el Señor.
Si prestamos atención a las palabras del Señor Jesús cuando hablo del
divorcio, nos daremos cuenta que en realidad la voluntad de Dios es una sola,
que el matrimonio sea para toda la vida, y cuando menciona la excepción al
divorcio, dice expresamente que es “por la dureza de vuestro corazón”, o sea
que aun en los casos más complicados de la relación matrimonial, todo dependerá
de la decisión que cada uno tome.
Además, en el mismo texto el Señor aclara, que eso del matrimonio para
toda la vida, “era al principio” Mat
19:8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os
permitió repudiar a vuestras mujeres; mas
al principio no fue así, … con esto entendemos que en el
principio, antes del pecado, antes de que todo se tergiversara, al igual que
todas las cosas buenas que el Señor creo, el matrimonio también sufrió, como
todo lo creado, las consecuencias de la caída, y forma parte como otras tantas
cosas, de el ideal o modelo original y primario que se perdió en el huerto del
Edén.
Por supuesto que, de no existir una reconciliación, también es posible el divorcio y recasamiento en la
vida cristiana, es decir “el plan B”, pero creo que como cristianos debemos
tomar muy en serio una nueva relación, y como tal, tomar todos los recaudos
necesarios, hacer un profundo y exhaustivo autoexamen personal, e incluso pedir
la ayuda eficiente de personas que nos ayuden a detectar cuales hayan sido los
defectos o errores que nos llevaron al fracaso en la relación anterior, de tal
modo que evitemos incurrir nuevamente en los mismos o nuevos errores que echen
a perder ese plan B que iniciemos, porque tampoco es cuestión de seguir
probando con las demás letras del abecedario hasta la “Z”,¿no?.
Creo que hay pasos concretos que debemos seguir para que el “plan B” de
nuestra vida sentimental y matrimonial no termine en otra frustración, pues al meditar en la parábola de los dos
cimientos, el Señor nos muestra que cuando algo termina en fracaso, la razón
radica en la falta de cimientos firmes, con lo cual nos enseña que “SI” es
posible edificar algo, una vida, una familia, un ministerio o lo que sea, y
“si” es posible hacer algo duradero y que se mantenga firme a pesar de las
diversas dificultades y tormentas de nuestras vidas .
Creo que el primer paso para construir una buena relación es la restauración personal –
debemos limpiarnos y sanarnos interiormente, ninguna decisión o elección
deberíamos tomarla con un corazón herido y todavía sufriendo por lo pasado. Es
sabido que la tristeza, el estado depresivo, y los sentimientos negativos, nos
privan de un más efectivo uso de nuestro razonamiento, juicio y discernimiento
imprescindibles en estos casos. Además en estas condiciones, cualquier persona
es más vulnerable y propensa a errar o ser engañada.
Es necesario no dejarse llevar por las emociones heridas y los
sentimientos insatisfechos propios de una separación, porque esto expone
nuestra fragilidad a nuevos golpes y
dolencias que es lo que justamente debemos evitar. Por lo tanto, no debemos
tomar a la ligera ninguna nueva relación, nunca empezar algo sin antes estar
plenamente sanados por dentro de la experiencia anterior. Y jamás pensar o
creer que la solución, la felicidad o la curación está en la otra persona, que él
o ella es lo que se necesita para que todo mejore, porque es mentira y será
todo lo contrario.
Lo segundo que creo es necesario
hacer, es planificar y proyectarse
bien para dar este paso; tomar todos los recaudos necesarios y realizar
los cambios adecuados en nuestra vida para que la nueva relación no sucumba en
un nuevo fracaso y para que ninguna adversidad nos derribe o derrumbe nuestra
vida personal, ante el primer viento que sople en contra.
En este sentido debemos ser maduros en nuestra forma de pensar y para eso una de las cosas a tener en mente es
ser realistas, aceptar que en toda relación hubo, hay y habrá conflictos, y que
toda relación que involucre los sentimientos, siempre producirá en menor o mayor medida, algo de
dolor. El amor es sufrido … todo lo sufre … dice el apóstol en su carta a los
corintios. Así que no seamos ingenuos, idealistas, ni fantásticos en nuestra
percepción de las cosas.
Los otros cambios que deberemos hacer, dependerá de lo que a cada uno le dejo como perdida la relación
anterior. Algunos tendrán que acomodarse mejor en su economía, terminar sus
estudios, hacerse de un titulo u oficio, o de una casa propia, lograr su
independencia económica, restaurar su autoimagen, equilibrar su valoración
personal, no subestimándose ni tampoco sobrestimándose, desarrollar sus
talentos, descubrir o redescubrir su vocación, estimular y alentar el
desarrollo de sus hijos si los tiene, en fin, cada uno deberá enfocarse en su
restauración personal y establecer bases firmes antes de iniciar otra relación.
Y en tercer lugar, creo que debería imponerse a si mismo limites y
pautas claras para relacionarse con otra persona, no apurarse a concretar
ninguna relación sin antes haberse tomado el tiempo necesario y prudencial para
conocer a la otra persona, su entorno, y sus características. Para esto ayudara
mucho el conocimiento que le brinde los familiares, los amigos, la iglesia y el pastor de cuya congregación
sea miembro tal persona, porque cae de maduro que nunca debe unirse una persona
cristiana con otra no convertida a Cristo, si es que no quiere otra vez
fracasar en el matrimonio. Debería considerarse sinceramente si son
compatibles, que expectativas tienen de la relación y que espera el uno del
otro.
Paréntesis especial en este aspecto, nunca se debe pensar que seremos
capaces de cambiar o de convertir en cristiano al cónyuge una vez que estemos
casados, porque es un engaño. Nadie debe creerse el salvador de nadie ni
pretender ser más eficaz que el Espíritu Santo. El matrimonio no es para
curarse, ni para salvarse, ni para convertirse a Cristo, ni para ser feliz. Toda
persona debe ser feliz, estar sana por dentro, ser salvo y convertido a Cristo
antes de entrar al matrimonio, porque ineludiblemente el matrimonio será la
expresión fiel de lo que somos. No por nada el apóstol ya nos advirtió a no unirnos “en yugo desigual”.
Creo que una de las causas más importantes del fracaso en el
matrimonio, o lo que sea, es que no teníamos un plan o proyecto concreto del
tipo de vida que queríamos o no medimos bien los costos y exigencias para
alcanzarlo, cosa que el mismo Señor nos dice que debemos tener en cuenta antes
de construir una casa o enfrentar una guerra –
En todo esto, los tres aspectos principales a tener en cuenta antes de
llevar a cabo un plan B en la relación, el factor principal que nunca debe
faltar es DIOS. Establecer claramente y en hechos concretos a Dios primero, y
antes que todas las cosas. Esto tiene que ver con ubicar y ordenar las prioridades
en nuestras vidas, Sin Dios nunca
podremos sanar nuestros corazones de las heridas causadas por las malas
experiencias de cualquier orden de la vida, tampoco podremos iniciar obviamente
la restauración personal necesaria, ni lograr el equilibrio adecuado para
proyectarnos en nuestra vida, y por supuesto tampoco será posible un nuevo
proyecto de vida o relación exitosa y duradera, si ante todo no ponemos a Dios,
su Palabra y nuestra comunión con El, en el lugar que se merece , esto es en el
Primer lugar de nuestro corazón . “amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con todas tus fuerzas y con toda tu alma” y en segundo lugar amaras a tu
prójimo como a ti mismo.
En este sentido, creo firmemente, que si ambos cónyuges tienen a Dios
como prioridad en sus vidas, ese
matrimonio tiene menos probabilidades de terminar en fracaso.
Espero que Dios ilumine la mente y el corazón de todos aquellos
hermanos y hermanas en la fe a quienes lleguen estas palabras, y es mi deseo
que sepan que desde mi lugar personal, los entiendo en gran manera, y que los
mismos padecimientos que esten atravesando en sus vidas a nivel sentimental,
matrimonial, sexual, moral, espiritual y personal, los mismos padecimientos se
van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo … como dice su Palabra en 1ª
Pedro 5:9, aquí les transcribo en la version lenguaje sencillo. 1Pe 5:9 Resistan sus ataques confiando en Dios y sin
dudar un solo momento. Ya saben que en todo el mundo otros seguidores de Cristo
están sufriendo como ustedes.
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