ORAR Y ACTUAR
El compromiso del cristiano frente a la Política
I. La instrucción: Un mandato divino para el cristiano
La Biblia, nuestra guía de fe y práctica, es clara en su instrucción sobre cómo los creyentes deben relacionarse con las autoridades civiles. El apóstol Pablo, en su primera carta a Timoteo, nos exhorta con un mandato ineludible: “Ruego, ante todo, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2).
El propósito detrás de esta oración es fundamental. No se trata solo de un acto de piedad, sino de una estrategia divina para la extensión del Reino de Dios. Cuando oramos por los gobernantes, lo hacemos para que su gobierno sea de tal manera que nos permita “vivir en paz” y tener la libertad necesaria para “anunciar el Evangelio” a todos los hombres, tal como lo expresa el versículo 4 del mismo capítulo.
Además, el apóstol Pablo, en Romanos 13:1-4, nos recuerda que “toda autoridad es puesta por Dios”. Las autoridades, ya sean reyes, presidentes o cualquier tipo de gobernante, no están en su posición por casualidad; son instrumentos que Dios utiliza para mantener el orden y la justicia en la sociedad. Son "servidores de Dios para tu bien". Entender esto nos libera de la frustración y nos motiva a orar por ellos, reconociendo su rol providencial. Por lo tanto, orar por los gobernantes no es una sugerencia ni una opción, sino un mandato divino al que debemos someternos con obediencia.
II. El principio bíblico: Oración + Acción, el binomio de la fe genuina
A lo largo de la Escritura, la oración no es presentada como el final del camino, sino como el punto de partida. Es un medio poderoso para comunicarnos con Dios, pero casi siempre es un paso previo que prepara nuestro corazón y nuestra mente para la acción que Él nos llama a tomar. La fe bíblica es una fe activa, que se manifiesta en obras. La oración es el motor, y la acción es el vehículo.
Pensemos en el ejemplo de Nehemías. Él no se limitó a orar por la desolación de Jerusalén (Nehemías 1:4-11), sino que, tras su oración, pidió permiso al rey para ir y reconstruir los muros (Nehemías 2). Su oración no fue una excusa para la inacción, sino el combustible que lo llevó a un compromiso valiente.
Lo mismo vemos en la iglesia primitiva. Los creyentes no solo oraron, sino que luego de ser guiados por el Espíritu, enviaron a sus misioneros (Hechos 13:2-3). La oración de la iglesia en Antioquía no fue estéril, sino que culminó en la primera gran expedición misionera de la historia.
El profeta Elías oró por la lluvia (1 Reyes 18:42), pero esa oración fue acompañada por su acción de subir al monte, poniendo su rostro entre sus rodillas, en una postura de profunda expectación y fe, hasta que vio la señal de la pequeña nube. Su oración no fue un deseo pasivo, sino una confirmación de su fe en la promesa de Dios.
Incluso Jesús, el ejemplo supremo, oró en Getsemaní, y esa oración lo preparó para enfrentar el inmenso peso de la cruz. Su oración fue la preparación para la acción más trascendental de la historia de la humanidad.
En todos estos casos, la oración prepara el terreno, nos alinea con la voluntad de Dios y nos da la valentía y dirección para actuar. Es la acción lo que confirma nuestra fe. Orar sin actuar es un acto de pasividad que contradice el dinamismo del Evangelio.
III. Lista bíblica: Motivos de oración y su acción correspondiente
Cada mandato de oración en la Biblia no es un fin en sí mismo, sino un llamado a la acción correspondiente. Nuestro compromiso cristiano no se limita a la esfera privada de la oración, sino que se extiende a la esfera pública de la acción.
Se nos insta y enseña a orar;
• Por la salvación de las personas (1 Timoteo 2:4): Oramos para que todos conozcan a Cristo. La acción que acompaña esta oración es predicar el evangelio, testificar de Cristo y apoyar activamente la obra misionera con nuestros recursos y nuestro tiempo.
• Por los obreros de la mies (Mateo 9:38): Oramos para que Dios envíe más obreros a los campos. La acción es estar disponibles para ser enviados también nosotros, apoyar a quienes van, y sostener económicamente y en oración a los misioneros que ya están en el campo.
• Por la paz de la ciudad (Jeremías 29:7): Oramos por el bienestar y la prosperidad de nuestra ciudad. La acción es trabajar activamente por el bien común, ser ciudadanos responsables, participar en las iniciativas que busquen el progreso y la justicia en general.
• Por el pan de cada día (Mateo 6:11): Oramos para que no nos falte el sustento. La acción es trabajar con responsabilidad, diligencia y honestidad, y administrar con sabiduría los recursos que Dios nos provee.
• Por los enfermos (Santiago 5:14-15): Oramos por sanidad. La acción es visitar, cuidar, acompañar y brindar ayuda práctica a quienes sufren, ya sea en la forma de una comida, un transporte o simplemente una presencia que consuele.
• Por los gobernantes (1 Timoteo 2:2): Oramos por su sabiduría y justicia. La acción que corresponde es ejercer el voto con responsabilidad y coherencia con nuestros principios cristianos, informarnos sobre las propuestas, involucrarnos en el ámbito público cuando Dios nos llama, y ser una voz de verdad y justicia en nuestra sociedad.
Es evidente que cada mandato de oración lleva implícito un llamado a la acción. No podemos pedirle a Dios que actúe y luego cruzarnos de brazos. Nuestro compromiso es ser sus manos y pies en la tierra.
IV. Aplicación práctica para el cristiano en política y sociedad
La fe se hace vida en las decisiones y acciones cotidianas. En el ámbito político y social, el creyente está llamado a ser un agente de cambio.
1. Orar por las autoridades: Este es el punto de partida. Debemos orar específicamente por la sabiduría, la justicia y el temor de Dios en sus vidas. Oramos para que sus decisiones sean justas y reflejen los principios divinos. Oramos para que haya paz y libertad en el país, lo que permite el florecimiento de la Iglesia y la evangelización.
2. Ser ciudadanos responsables: El cristiano debe ser un ejemplo de civismo. Esto implica cumplir con nuestros deberes cívicos, respetar las leyes (siempre que no contravengan la ley de Dios) y buscar activamente el bien común. No podemos ser indiferentes a lo que sucede en nuestra comunidad.
3. Ejercer un voto consciente y sabio: El acto de votar es una de las acciones más significativas. Como cristianos, nuestro voto no debe ser impulsado por lealtades a partidos, ni por la popularidad de una persona, ni por nuestra propia conveniencia. Debemos votar por propuestas y agendas que reflejen principios bíblicos, como la defensa de la vida, la justicia social, la libertad religiosa y la honestidad en el manejo de los recursos.
4. Participar según el llamado: Dios llama a cada creyente de manera diferente. Algunos son llamados a involucrarse de forma más activa, incluso postulándose a cargos públicos, para ser una influencia directa desde adentro. Otros son llamados a influir con su opinión, a través de su servicio en la comunidad, como asesores o simplemente brindando apoyo a otros creyentes en el ámbito político. No hay un solo camino, pero todos estamos llamados a participar de alguna forma.
5. Ser sal y luz: Jesús nos llamó a ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Esto significa que no debemos limitarnos a criticar la corrupción, la injusticia o la mentira. Nuestra tarea es ofrecer un ejemplo de integridad, honestidad y amor. Debemos manifestar el Reino de Dios en la vida pública, no solo en la iglesia, sino en cada interacción social.
V. Conclusión: Orar y actuar, la fe en acción
La Biblia nos da un claro mandato: debemos orar por nuestros gobernantes. Pero esa oración es solo la mitad del cuadro. La otra mitad es nuestra responsabilidad de actuar en coherencia con lo que oramos.
Si oramos por justicia, debemos ser justos en nuestras transacciones y relaciones. Si pedimos paz, debemos ser promotores de la paz en nuestros entornos. Y si le pedimos a Dios que nos dé buenos gobernantes, debemos votar, participar y ser activos para que esa oración se haga realidad.
Recordemos la advertencia: Orar sin actuar es un acto de incoherencia. Es esperar que Dios haga lo que nosotros estamos llamados a hacer. Por otro lado, actuar sin orar es un acto de autosuficiencia. Es creer que podemos lograr cambios por nuestra propia fuerza, sin la guía y el poder de Dios.
El equilibrio bíblico es orar y actuar. Es un compromiso dinámico en el que la oración nos conecta con el poder de Dios y la acción nos permite ser sus instrumentos para que el Reino de Dios se refleje aquí en la tierra, en medio de la política y la sociedad.
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