sábado, 27 de diciembre de 2014

El Divorcio en un Cristiano

Carta Abierta de un Cristiano en Divorcio

Estado civil divorciado, me imagino que de aquí a poco dirá en mis papeles personales, y es que me ha tocado a mi pasar por esta… ¿me habrá tocado a mi? … suena a suerte inesperada o destino ineludible. Pero será esto o será que es algo que lo construimos de a poco con el tiempo, o más bien lo venimos destruyendo de a poco?. Llegué a la conclusión de que, el divorcio o el matrimonio es algo que lo construimos de a dos. Creo que si un matrimonio anda, es  de a dos, y si no, pues  creo que ambos tienen responsabilidades en el asunto. En menor o mayor medida, pero lo tienen. No por nada dice la Biblia, “¿andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”…
La palabra “divorciado”, aplicado a un cristiano, a primera vista parece algo contradictorio, como que es imposible que eso le suceda o lo lleve a cabo un hijo de Dios. Pues cae de maduro que nuestro Dios aborrece el divorcio, que no es la voluntad expresa de su creador, y por lo tanto no responde a su designio. Y si esto es así entonces un cristiano, un hijo suyo, no puede o no debiera tener nada que ver con esta palabra aplicada a su matrimonio. Pero así como los sueños a veces se hacen realidad, lamentablemente parece que también las pesadillas se pueden vivir en menor a mayor medida en la vida de un cristiano.
Divorcio, divorciado, suena a derrota…  suena a que el mal pudo más que el bien, a que en esa relación nos hemos dejado vencer de lo malo en vez de vencer con el bien el mal.
Divorciado, suena a derrota y fracaso personal … como que no logramos conseguir el objetivo del matrimonio, que no supimos entender de qué se trataba o que nunca le encontramos la vuelta al asunto …
Estado civil divorciado, suena a incertidumbre … un gran signo de pregunta sobre la cabeza de uno que tal vez lo seguirá de por vida. Porque no sabremos quizás si fui yo o fue la otra parte, si fuimos los dos o si no fue nadie, tal vez era algo que debía de ser, o que te puede tocar como en un sorteo de la vida, algo involuntario que aunque no quieras igual iba a suceder. Pero ¿será así? … que es? … como es la cosa? … incertidumbre … esa es la palabra aquí, porque podemos aplicarnos aquella pregunta hipócrita de judas al Señor cuando dijo “seré yo Señor?” … pero aquel al menos lo sabía con total certeza, nosotros en estos casos tal vez no, porque creo que ningún hombre o mujer de bien, se casan con el objetivo de divorciarse más adelante … no claro que no … todos nos casamos porque pensamos en ese momento que lo que allí comienza será para siempre en esta vida, al menos todo sincero cristiano lo hace así.
¡Sí!…, divorciado es igual a incertidumbre porque no alcanzamos a entender de quien es la culpa, desde cuándo o como empezó este proceso que termina con ese estigma en los datos personales de una persona. Sí, es incertidumbre porque no sabemos al menos del todo, si en la próxima funcionará o será nuevamente un fracaso, y no tenemos idea de cómo será eso. Que incertidumbre Señor!!! , que incierto se ve todo por delante!!… pero debemos seguir … encima eso… debemos seguir.
Divorciado es también sinónimo de estigma, porque de ahí en más en el ambiente cristiano evangélico, todos o la mayoría lo verán a uno con esa marca indeleble, invisible pero muy evidente, oculta pero expresa, de el tal hermano o la tal hermana que está divorciado/da …
Estigma … porque será? … porque habrá sido? … mmgmmm!! … mejor me cuido no sea que esa tal o ese tal “divorciado”, tenga algo malo … vaya a saber tal vez hasta sea contagioso …
Así somos, esa es la triste verdad dentro de la iglesia que supuestamente debe reflejar el amor incondicional de Dios … al menos de eso hablamos a voces, pero solo eso … solo lo hablamos …
“divorciado” … lo relacionamos con pecado, lepra o leprosos , con adulterio, o traición, con decepción, error, fracaso, peligro, desconfianza, no confiable, etc …
Pero que bueno sería  que también nos demos cuenta de lo que implica, que también lo podamos relacionar  y sin ningún margen de error, siempre a esta palabra “divorcio o divorciado”, con dolor, profundo dolor, angustia, tristeza, desolación, debilitamiento, desilusión, rechazo, desprecio y desamor. Es un decir, “mira no te quiero como sos, no amo lo que sos”, es inimaginable saber lo que se siente que la persona con quien conviviste durante  un determinado lapso de tiempo, que te conoce desde el amanecer hasta el anochecer de cada día, que sabe de tus flaquezas y de tus intimidades, se plante un día y te haga saber que ya no te acepta. Solo lo puede comprender aquel que paso por eso.  Eso pega muy hondo, es el peor golpe bajo que uno pueda recibir, … algunos se derrumban … si es que no están parados en la firmeza de su identidad en Cristo, y eso pasa generalmente, pues muchas veces los cristianos o cristianas, no estamos maduros en la fe, o en nuestra relación con el Señor.
A todo esto encima se suma la idea de no saber qué hacer, para donde ir, que se hace en estos momentos, y sentimos que no nos contaron toda la historia, o nos ocultaron parte de la verdad. Sentimos que no estamos preparados para casos como estos, que en nuestro manual de cómo ser cristiano, no está este tema, o me falta la pagina que habla de esto.
Pero pensando en esto, y buscando palabra que ayude en medio de tales circunstancias, me di cuenta de que cosas como estas ya están implícitas en diversos pasajes de la Biblia.
En el mundo tendrán aflicciones (incluido el divorcio)… pero confíen yo he vencido al mundo…
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas, (incluso el divorcio), ayudan a bien…
Aunque tus seres queridos, como tu padre, y tu madre (o cónyuge) te rechacen y abandonen, yo nunca te dejaré…dijo el Señor.

Gracias Señor, porque me amaste, llamaste y me aceptas aun sabiendo quien era, y quien soy , y que aun conociendo los errores que cometí, y cometeré, te mantienes fiel siempre a mi lado, y que seguro ya has provisto de antemano tu gracia para cada tiempo de mi vida.

domingo, 21 de diciembre de 2014

EL DIVORCIO EN MATRIMONIOS CRISTIANOS ... ¿ ES POSIBLE UN PLAN "B"?

REFLEXIONES
DIVORCIADOS Y RECASADOS CRISTIANOS ¿HAY UN PLAN "B"?


En la vida cotidiana cada vez que hemos iniciado algo, todos siempre tenemos en mente cómo queremos que se den las cosas y cómo deberían terminar tal o cual asunto, es decir, todos hacemos lo que hacemos con un objetivo en mente. Sin embargo, muchas veces por diferentes circunstancias, nos vemos obligados a improvisar en el curso de los acontecimientos, y hasta inclusive a abandonar, cancelar, o cambiar y modificar ciertos aspectos parcial o totalmente ,  eso que hemos emprendido. En otras palabras, teníamos un plan “A” pero tuvimos que terminar optando por continuar un plan  “B”.
En la Biblia encontramos diversos ejemplos de esta realidad que aunque nos cueste reconocerlo a veces, nos es otra cosa que el fracaso de un determinado emprendimiento o proyecto, y  el inicio de otro paralelo o distinto al plan original.
Encontramos entonces, por ejemplo, el primer cielo y la primera tierra, descritos en el libro de Génesis, y la promesa certera de unos segundos nuevos cielos y nueva tierra en Apocalipsis.  Además vemos un primer Adán, con su caída y conocidas consecuencias y efectos, como también la venida del segundo Adán, con su victoria en la cruz y la salvación para toda la humanidad por medio de El.
Encontramos  un  rey  Saúl, que decepciona y es desechado, junto a un David conforme al corazón de Dios levantado como rey en lugar de este otro. Y así sucesivamente, en diferentes aspectos de la historia bíblica, nos encontramos con que en ocasiones, el plan original de Dios, el plan “A”, aquel que representa el ideal o modelo del Creador, tuvo que ser forzadamente, readaptado o modificado por otro plan que obviamente no satisfacía aquel plan original, pero que en su contexto, alcanzaba para satisfacer las necesidades inmediatas, urgentes o esenciales de los protagonistas de  tal o cual historia.
Con el matrimonio y el divorcio pasa lo mismo, todos los que hemos iniciado este camino hemos visto y vemos aun, casos en los que parejas cristianas  y no cristianas, después de determinado tiempo, por diversas pero casi siempre muy parecidas razones, se enfrentan a una situación de separación o de divorcio temporal o definitiva, con las no felices consecuencias que le siguen, acompañado de  todo el drama,  la ardua y pesada tarea de subsistir en medio de tales dificultades,  y las complicaciones que todo esto acarrea para las partes intervinientes, incluidos los terceros,(hijos, familiares, etc)  quienes lamentablemente también sufren en diferente intensidad tal situación.
Pero la vida sigue, y el mundo sigue girando, y como tal, nosotros tenemos que continuar caminando, y para esto, al igual que aquel que cae en su carrera, tenemos que levantarnos, tenemos que seguir adelante, y, como en una carrera, siempre alguien nos tendera una mano, ponernos de pie, limpiarnos del polvo que ensucia, tomar unas profundas bocanadas de aire que nos renueve y  calme nuestro ánimo, reorganizar nuestras ideas para saber adónde queremos llegar, y cómo deberemos hacer para seguir de aquí en mas y  no volver a tropezar con la misma piedra.
Dios no desecha ni condena a quienes se encuentran en situación de divorcio o separación, todo lo contrario, en repetidas ocasiones en la biblia encontramos que el Señor nos ofrece perdón si hubiésemos pecado, restauración personal, emocional, y en nuestra comunión  con él, y muchas veces el milagro de la reconciliación matrimonial.
Sin embargo, de no producirse el milagro de la reconciliación, en su gracia y misericordia, Dios  permite que cada uno, en pleno uso de su libre albedrio, opte por iniciar una nueva relación con otra persona, siempre y cuando esté definitivamente disuelta la relación anterior, de lo contrario estaría cometiendo el pecado de adulterio.
Es entonces una opción, no la única salida a los conflictos matrimoniales, pero si una posible alternativa, un plan “B”, en la vida sentimental y matrimonial de todos los cristianos que estén o hayan atravesado dificultades puntuales en su matrimonio.
Creo firmemente que la restauración de un matrimonio es posible, y es lo que corresponde en la vida cristiana, pues esto responde al plan original de Dios, aun en casos de adulterio o infidelidad, siempre y cuando el cónyuge herido o defraudado, opte por perdonar al  cónyuge ofensor.

DIVORCIADOS Y RECASADOS CRISTIANOS - ¿Cómo seguir?

El perdón y la reconciliación son el mejor e ideal camino para los matrimonios que enfrenten situaciones de separación o divorcio, pero según cada caso particular, pues hay casos de violencia y maltrato físico, en donde si la vida de uno o de los hijos está en riesgo, es recomendable terminar definitivamente esa unión, pues a eso es que se refiere el apóstol cuando dice que ningún cristiano, o cristiana,  está llamado a ser esclavo de nadie sino que a libertad nos llamo el Señor.
Si prestamos atención a las palabras del Señor Jesús cuando hablo del divorcio, nos daremos cuenta que en realidad la voluntad de Dios es una sola, que el matrimonio sea para toda la vida, y cuando menciona la excepción al divorcio, dice expresamente que es “por la dureza de vuestro corazón”, o sea que aun en los casos más complicados de la relación matrimonial, todo dependerá de  la decisión que cada uno tome.
Además, en el mismo texto el Señor aclara, que eso del matrimonio para toda la vida, “era al principio” Mat 19:8  El les dijo:  Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres;  mas al principio no fue así, … con esto entendemos que en el principio, antes del pecado, antes de que todo se tergiversara, al igual que todas las cosas buenas que el Señor creo, el matrimonio también sufrió, como todo lo creado, las consecuencias de la caída, y forma parte como otras tantas cosas, de el ideal o modelo original y primario que se perdió en el huerto del Edén.
Por supuesto que, de no existir una reconciliación, también  es posible el divorcio y recasamiento en la vida cristiana, es decir “el plan B”, pero creo que como cristianos debemos tomar muy en serio una nueva relación, y como tal, tomar todos los recaudos necesarios, hacer un profundo y exhaustivo autoexamen personal, e incluso pedir la ayuda eficiente de personas que nos ayuden a detectar cuales hayan sido los defectos o errores que nos llevaron al fracaso en la relación anterior, de tal modo que evitemos incurrir nuevamente en los mismos o nuevos errores que echen a perder ese plan B que iniciemos, porque tampoco es cuestión de seguir probando con las demás letras del abecedario hasta la “Z”,¿no?.
Creo que hay pasos concretos que debemos seguir para que el “plan B” de nuestra vida sentimental y matrimonial no termine en otra frustración,  pues al meditar en la parábola de los dos cimientos, el Señor nos muestra que cuando algo termina en fracaso, la razón radica en la falta de cimientos firmes, con lo cual nos enseña que “SI” es posible edificar algo, una vida, una familia, un ministerio o lo que sea, y “si” es posible hacer algo duradero y que se mantenga firme a pesar de las diversas dificultades y tormentas de nuestras vidas .
Creo que el primer paso para construir una buena relación es la restauración personal – debemos limpiarnos y sanarnos interiormente, ninguna decisión o elección deberíamos tomarla con un corazón herido y todavía sufriendo por lo pasado. Es sabido que la tristeza, el estado depresivo, y los sentimientos negativos, nos privan de un más efectivo uso de nuestro razonamiento, juicio y discernimiento imprescindibles en estos casos. Además en estas condiciones, cualquier persona es más vulnerable y propensa a errar o ser engañada.
Es necesario no dejarse llevar por las emociones heridas y los sentimientos insatisfechos propios de una separación, porque esto expone nuestra fragilidad  a nuevos golpes y dolencias que es lo que justamente debemos evitar. Por lo tanto, no debemos tomar a la ligera ninguna nueva relación, nunca empezar algo sin antes estar plenamente sanados por dentro de la experiencia anterior. Y jamás pensar o creer que la solución, la felicidad o la curación está en la otra persona, que él o ella es lo que se necesita para que todo mejore, porque es mentira y será todo lo contrario.
 Lo segundo que creo es necesario hacer, es planificar y proyectarse bien para dar este paso; tomar todos los recaudos necesarios y realizar los cambios adecuados en nuestra vida para que la nueva relación no sucumba en un nuevo fracaso y para que ninguna adversidad nos derribe o derrumbe nuestra vida personal, ante el primer viento que sople en contra.
En este sentido debemos ser maduros en nuestra forma de pensar y  para eso una de las cosas a tener en mente es ser realistas, aceptar que en toda relación hubo, hay y habrá conflictos, y que toda relación que involucre los sentimientos, siempre  producirá en menor o mayor medida, algo de dolor. El amor es sufrido … todo lo sufre … dice el apóstol en su carta a los corintios. Así que no seamos ingenuos, idealistas, ni fantásticos en nuestra percepción de las cosas.
Los otros cambios que deberemos hacer, dependerá de lo que  a cada uno le dejo como perdida la relación anterior. Algunos tendrán que acomodarse mejor en su economía, terminar sus estudios, hacerse de un titulo u oficio, o de una casa propia, lograr su independencia económica, restaurar su autoimagen, equilibrar su valoración personal, no subestimándose ni tampoco sobrestimándose, desarrollar sus talentos, descubrir o redescubrir su vocación, estimular y alentar el desarrollo de sus hijos si los tiene, en fin, cada uno deberá enfocarse en su restauración personal y establecer bases firmes antes de iniciar otra relación.
Y en tercer lugar, creo que debería imponerse a si mismo limites y pautas claras para relacionarse con otra persona, no apurarse a concretar ninguna relación sin antes haberse tomado el tiempo necesario y prudencial para conocer a la otra persona, su entorno, y sus características. Para esto ayudara mucho el conocimiento que le brinde los familiares, los amigos,  la iglesia y el pastor de cuya congregación sea miembro tal persona, porque cae de maduro que nunca debe unirse una persona cristiana con otra no convertida a Cristo, si es que no quiere otra vez fracasar en el matrimonio. Debería considerarse sinceramente si son compatibles, que expectativas tienen de la relación y que espera el uno del otro.
Paréntesis especial en este aspecto, nunca se debe pensar que seremos capaces de cambiar o de convertir en cristiano al cónyuge una vez que estemos casados, porque es un engaño. Nadie debe creerse el salvador de nadie ni pretender ser más eficaz que el Espíritu Santo. El matrimonio no es para curarse, ni para salvarse, ni para convertirse a Cristo, ni para ser feliz. Toda persona debe ser feliz, estar sana por dentro, ser salvo y convertido a Cristo antes de entrar al matrimonio, porque  ineludiblemente el matrimonio será la expresión fiel de lo que somos. No por nada el apóstol ya nos advirtió a  no unirnos “en yugo desigual”.
Creo que una de las causas más importantes del fracaso en el matrimonio, o lo que sea, es que no teníamos un plan o proyecto concreto del tipo de vida que queríamos o no medimos bien los costos y exigencias para alcanzarlo, cosa que el mismo Señor nos dice que debemos tener en cuenta antes de construir una casa o enfrentar una guerra –
En todo esto, los tres aspectos principales a tener en cuenta antes de llevar a cabo un plan B en la relación, el factor principal que nunca debe faltar es DIOS. Establecer claramente y en hechos concretos a Dios primero, y antes que todas las cosas. Esto tiene que ver con ubicar y ordenar las prioridades en nuestras vidas,  Sin Dios nunca podremos sanar nuestros corazones de las heridas causadas por las malas experiencias de cualquier orden de la vida, tampoco podremos iniciar obviamente la restauración personal necesaria, ni lograr el equilibrio adecuado para proyectarnos en nuestra vida, y por supuesto tampoco será posible un nuevo proyecto de vida o relación exitosa y duradera, si ante todo no ponemos a Dios, su Palabra y nuestra comunión con El, en el lugar que se merece , esto es en el Primer lugar de nuestro corazón . “amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu alma” y en segundo lugar amaras a tu prójimo como a ti mismo.
En este sentido, creo firmemente, que si ambos cónyuges tienen a Dios como prioridad en sus vidas,  ese matrimonio tiene menos probabilidades de terminar en fracaso.
Espero que Dios ilumine la mente y el corazón de todos aquellos hermanos y hermanas en la fe a quienes lleguen estas palabras, y es mi deseo que sepan que desde mi lugar personal, los entiendo en gran manera, y que los mismos padecimientos que esten atravesando en sus vidas a nivel sentimental, matrimonial, sexual, moral, espiritual y personal, los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo … como dice su Palabra en 1ª Pedro 5:9, aquí les transcribo en la version lenguaje sencillo. 1Pe 5:9 Resistan sus ataques confiando en Dios y sin dudar un solo momento. Ya saben que en todo el mundo otros seguidores de Cristo están sufriendo como ustedes.


 



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